domingo, 4 de mayo de 2014

Algo más.

No lo sé. Tal vez ha llegado ese momento en el que sientes que aún teniéndolo todo, necesitas más. Que la cama individual de tu cuarto es demasiado grande algunas tardes, que se te escapa ese motivo para sonreír más ampliamente. Hay demasiadas horas en un día y no hay tiempo suficiente para hacer eso que tanto te gusta, porque ya no quieres hacerlo solo, porque te has acostumbrado a la ilusión de comenzar, y tu límite ha subido. Te pides más. Y te despiertas una mañana, en esa enorme cama llena de almohadas, para disimular el turbulento vacío, y no tienes ganas de levantarte y prometerle y perjurarle a todo el mundo que estas bien. Porque no lo estás. Porque te falta algo, y solo quieres más. Y en realidad no sabes que te falta, no sabes si es un algo, si es un cómo o si es un quién. No sabes si tal vez volviste la cabeza demasiado rápido, o demasiado despacio, y te perdiste aquel único momento en el que de verdad podrías haber encontrado ese algo más. Será que no hacemos las cosas bien, que no decimos lo que hay que decir cuando hay que decirlo y a quien se lo tenemos que decir. O tal vez esa decepción con todo el mundo, un mundo que ha cambiado y prefiere un mensaje por teléfono a un paseo por el parque. O algo más. Este mundo que se ha olvidado de como conquistar, de cómo enamorar y de cómo llenarse de esa esencia palpitante que es el día adía. A lo mejor es eso, a lo mejor es contagioso, a lo mejor será que has olvidado aquellos diarios maltratados, abrazados y páginas mojadas y tachadas y besadas. Porque no hay tiempo, porque todos estamos demasiado llenos de cosas vacías, y se nos olvida respirar hondo y reír sin ningún motivo. Porque dejamos los sueños para la almohada, y nos engañamos fingiendo que pasamos todo el día con prisas simplemente para volver a nuestra casa y seguir soñando. Y soñamos con cosas que en realidad podríamos tener, pero otra vez no hay tiempo y no hay espacio. Soñamos con una corta noche de verano. ¿O con una lluviosa tarde de Abril? Y sonreímos, y bailamos, y nos permitimos soñar un poquito más. Como que nuestra cama sigue siendo enorme, pero ahora está completa. Soñamos con un par de ojos negros, azules, verdes y castaños que patean nuestras almohadas hacia el suelo, y nos abrazan. Como si pudiéramos escurrirnos por entre sus dedos, como si nos quisieran, como si nosotros fuésemos ese “algo más” que ellos estaban buscando. Y dentro de ese onírico momento, puedes oler la luz que entra por la ventana y sentir la suave brisa, y ya no te da miedo perderte, y mucho menos si es contando una estela de lunares, para poder volver a empezar, y perderte de nuevo. ¿Qué día es hoy? No lo sabes, tampoco importa. Y suspiras, y ese suave soplo apaga la vela a kilómetros de distancia. Y despierta, y todo vuelve a empezar, porque tu cama sigue llena de almohadas y en la habitación de al lado, suena un mensaje de texto. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Now you write