domingo, 28 de febrero de 2016

7:47 am

Tardé en darme cuenta de que en realidad no gritaba en voz alta, por mucho que me dolieran los pulmones. Ves, tonta, por eso nadie te mira con cara de pena. Trataba de quedarme para mi algo que ya no era mío, y ardía, como si él supiera la verdad. Tuve que quitarme la venda de los ojos y acostumbrarme a la luz de la vela que encendió para mi. Demasiada consideración.
Y me até el trozo de tela rojo en el dedo meñique, como una bandera de conquista.
Ni las rimas de Cortazar ni aquellas leyendas de Becquer que tanto nos gustaban pudieron evitar que este corazón que no se había dado cuenta de que estaba roto, se tropezara. Otra vez. Clavandose la aguja y el hilo que llevaba en el bolsillo, tras la costumbre de tener que remendarse las heridas a si mismo frente al espejo.

2 comentarios:

  1. Tu manera de escribir es realmente hermosa...

    Te felicito :)

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  2. Escribes muy bien! ya te sigo, espero que pases de vuelta por mi blog y me sigas. He cambiado la letra de mi blog, no sé si así se verá mejor desde el móvil.

    Un beso.

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